Hasta el momento, las empresas han buscado la máxima productividad a costa, principalmente, de trabajos rutinarios. Muchos de ellos han sido automatizados o desplazados hacia otros lugares con menores costes laborales. Sin embargo, parece que ahora les llega el turno a otros «trabajos del conocimiento» más complejos, en los que se incluyen muchos puestos directivos.
Una práctica que responde a esa tendencia es la «desagregación» de algunos de esos puestos teniendo en cuenta el diferente valor que aportan las distintas actividades que realizan quienes los desempeñan.
La idea es actuar sobre el contenido de esos trabajos para resolver esas situaciones en que profesionales cualificados se sienten frustrados porque, en lugar de centrarse en tareas estratégicas y de alto valor añadido, deben dedicar gran parte de su tiempo a tareas burocráticas o a «apagar fuegos». Unas actividades que, por otra parte, acaban teniendo para la empresa un coste mucho mayor que si se hubiesen asignado a otros…