Los MOOCs como canal de reclutamiento
A principios de esta semana Kevin Wheeler publicaba un recomendable artículo en ere.net donde explica como cada vez más empresas
utilizan los MOOCs (Massive Online Open Courses) para encontrar el talento que
necesitan.
Se trata de una práctica que, en mi opinión, tiene todo el
sentido en un entorno competitivo donde contar con los mejores colaboradores es
una cuestión con más impacto estratégico que hace unas décadas. Y esto por un
doble motivo:
En primer lugar, en la economía del conocimiento y la creatividad
los trabajos están menos definidos y son más complejos que en la economía
industrial, donde las personas hacían sus tareas siguiendo instrucciones y
procedimientos. En consecuencia, aunque hoy
se necesiten menos personas para llevar a cabo el mismo volumen de trabajo, la contribución de cada persona tiene más
relevancia, y la diferencia entre lo que aporta un profesional excelente a la
organización y lo que aporta el empleado promedio es mucho mayor que antes.
En segundo lugar, nos encontramos con que el desarrollo
tecnológico está haciendo que formas de trabajar y modelos de negocio se queden
obsoletos y sean substituidos por otros en tiempo récord. Pero también
constatamos que el ritmo al que crece la demanda de profesionales cualificados en
esas nuevas técnicas, y preparados para trabajar en esos nuevos entornos
laborales, es muy superior a la velocidad con que aumenta su oferta…
La conjunción de ambas tendencias es lo que provoca que el
mercado de ciertas categorías profesionales, en particular aquellas más
directamente vinculadas a la denominada economía de la creatividad, experimente
un calentamiento que contrasta con el panorama desolador que observamos en
otros segmentos del mercado de empleo.
En este contexto, las empresas necesitan atraer a los
mejores profesionales y asegurarse de que sus colaboradores están a la última
en sus respectivos ámbitos de especialidad.
Por su parte, esos colaboradores se encuentran con que su
única seguridad en el empleo es la que les proporciona su “empleabilidad”. Además, ya no les basta con asistir “con
aprovechamiento” a los cursos de formación a los que les puedan enviar sus
empleadores, sino que tienen que “buscarse la vida” y preocuparse de estar
atentos a lo que sucede en el entorno para detectar qué necesitan aprender, e
identificar dónde, cómo y con quién aprenderlo.
Las buenas noticias son que los avances tecnológicos
facilitan en gran medida esa dinámica de aprendizaje continuo. Por ejemplo, hoy
es muy sencillo y prácticamente gratis configurarnos un entorno personal de
aprendizaje desde donde gestionar la variedad de recursos que podemos encontrar en
internet para nuestro desarrollo
profesional y desplegar una red de personas con las que aprender cualquier cosa
que necesitemos.
Entre esos recursos que la red de redes pone a nuestro
alcance cabe señalar los MOOCs a los que hace referencia Wheeler en su artículo,
cursos universitarios que las principales instituciones académicas del mundo ofrecen
de forma abierta y gratuita a través de varias plataformas online como
Coursera, edX o Udacity y de los que ya hemos hablado en anteriores ocasiones.
Gracias a ellos, hoy cualquiera puede asistir gratis y desde su casa a programas
formativos de las más variadas disciplinas impartidos por catedráticos de universidades
como Berkeley, Stanford, Harvard o el MIT.
El caso es que estos MOOCs, aparte de una plataforma para
aprender, son, como no podía ser de otro modo, un lugar donde abundan profesionales
con interés de mantenerse a la última. Además, considerando los elevados
índices de abandono, completar uno de esos cursos ya indica del interés con que
se toma las cosas una persona. De ahí que en los foros de discusión que
incorporan estos cursos empiecen a aparecer reclutadores a la búsqueda de los
candidatos más expertos, más colaborativos, más persuasivos, u otras cualidades
que se pueden identificar a través de su participación en esas conversaciones.
Incluso hay empresas que se están lanzando a crear sus
propios MOOCs específicamente para este fin: entornos de aprendizaje a donde
acuden personas interesadas en alguna de las competencias clave de esas
compañías, y donde los reclutadores-profesores de la casa pueden observarlas,
evaluarlas y seleccionar aquellas que demuestren poseer las cualidades que
mejor encajan con las necesidades de la organización. En realidad, nada que no hiciéramos ya
en los noventa del pasado siglo, donde muchas empresas colaboraban
estrechamente con instituciones académicas para quedarse con sus mejores
alumnos, o planteaban como parte de su proceso de selección la participación en
cursos de formación de carácter selectivo, solo que ahora la escala es otra, el
alcance es global y todo está muchísimo más cuantificado.
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