14 febrero 2017

¿Qué tengo que hacer para llegar a ser ejecutivo de una gran empresa?

por Santi Garcia

Esta es la pregunta que se hacen muchos jóvenes mientras estudian en la universidad o dan los primeros pasos de su carrera profesional. Y para alcanzar esa meta apuestan por distintas fórmulas: algunos estudian un MBA, otros buscan trabajo en sectores de actividad como el management consulting o la banca de inversión con fama de ser vías rápidas para ascender a puestos directivos, otros escogen funciones, como el marketing, que en principio deberían acercarles a la estrategia de la empresa y darles mayor visibilidad ante sus órganos de gobierno, otros optan por una carrera internacional, por el valor que se supone que esta experiencia les puede proporcionar en un mundo globalizado, y hay quienes tratan de combinarlo todo…

Sea como fuere, el caso es que muchos se plantean esa pregunta pero solo unos pocos consiguen hacer realidad su sueño.

A este respecto me han llamado la atención las conclusiones de un estudio realizado a finales del año pasado por el economista de LinkedIn Guy Berger para identificar cuáles son los factores que más incrementan las probabilidades de una persona de acceder a la cúpula de una organización.

Para explorar esta cuestión Berger, con la colaboración de Link Gan y Alan Fritzler, y aprovechando que tenía los datos “en casa”, analizó los perfiles de LinkedIn de casi medio millón de usuarios de esta red que entre 1990 y 2010 trabajaron como analistas o consultores en alguna de las 10 principales firmas de consultoría del mundo según el ranking de Vault Consulting.

Berger decidió enfocarse en este segmento de profesionales por su fama de ser una gran cantera de directivos, aunque la realidad es que a lo largo de este tiempo de todos los usuarios analizados únicamente 64.000 —apenas un 14%— han acabado convirtiéndose en directivos de primer nivel (VP, CXO o socio) de una empresa de al menos 200 empleados.

¿Qué es lo que diferencia a estas personas de sus colegas?

Esta es la pregunta sobre la que quiere arrojar luz el estudio de Berger.

En primer lugar, y aunque en otras partes se escuche lo contrario, el estudio confirma que poseer un MBA es algo que sigue siendo muy valorado por las empresas. Aunque también es verdad que todavía hay clases y las compañías no le dan el mismo valor a todos los programas. De hecho, el impulso que proporciona a la carrera de un profesional uno de los cinco primeros MBAs del ranking de Estados Unidos es prácticamente el triple del que le aportaría uno situado más abajo en la clasificación.

Aunque, afortunadamente, un MBA no es la única vía para llegar a la cumbre. El estudio evidencia, por ejemplo, el impacto positivo en la carrera de un directivo que tiene el hecho de haber trabajado en diferentes áreas funcionales. En concreto, haber tenido experiencia en cuatro áreas funcionales distintas tiene el mismo impacto en la carrera de un directivo que haber realizado uno de los cinco MBAs con mejor reputación en Estados Unidos. Una realidad que tal vez deberían tener en cuenta los jóvenes que consideran la posibilidad de estudiar un MBA a la hora de estimar el retorno de su inversión.

El estudio también aporta pruebas de que enfocarse en un sector es una buena decisión. Así como la experiencia en diversas funciones es algo valorado positivamente por quienes deciden los nombramientos de los altos directivos, por la visión holística del negocio que le proporciona al candidato, los cambios de sector tienen un efecto ligeramente negativo en las carreras profesionales de quienes los experimentan, muy posiblemente por la existencia de conocimientos específicos del sector y la limitada transferibilidad del capital social de una persona de una industria a otra.

Además, se confirma que el lugar importa. Y es que en igualdad de condiciones una persona no tiene las mismas probabilidades de acceder a un puesto directivo en una ciudad o en una región con una economía abierta y en ebullición, donde todo se mueve muy rápido y se concentran las sedes centrales de muchas empresas, que en un entorno donde la cultura empresarial es más conservadora, la economía es menos dinámica y los ritmos son otros. Y esto es algo que creo no tienen suficientemente en cuenta muchos jóvenes que aspiran a ser ejecutivos.

Finalmente, el estudio de Berger constata que, por desgracia, sigue habiendo importantes diferencias de género, y es que una mujer con el mismo perfil profesional que un hombre necesita, en promedio, 3,5 años más de experiencia para tener la misma probabilidad que un hombre de llegar a ser ejecutiva de una empresa. Una prueba más de lo mucho que todavía nos queda por avanzar en este frente.

Imagen Liao Zi bajo licencia Creative Commons