19 septiembre 2006

Agilidad, rapidez y competitividad

por Santi Garcia

Hay dos cualidades que en los últimos años se han vuelto críticas para muchas organizaciones:

a) La agilidad: la capacidad de la empresa para anticipar, adaptarse y reaccionar ante los cambios en su entorno.

b) La rapidez: la velocidad con que la compañía lleva a término sus objetivos.

Sobre estas dos cualidades The McKinsey Quarterly ha llevado a cabo una encuesta entre directivos de la que se pueden extraer conclusiones interesantes.

La gran mayoría de los encuestados está de acuerdo en que se trata de dos atributos muy relevantes para cualquier empresa –un 89% lo piensa de la agilidad y un 86% de la rapidez–, ya que entienden que ambas cualidades les pueden proporcionar importantes beneficios  –entre otros unos mayores ingresos– y contribuir a una mayor satisfacción de sus clientes.

Por lo que respecta a los factores que contribuyen a la agilidad y la rapidez de una compañía, el estudio diferencia entre factores organizativos y factores actitudinales.

Los factores organizativos más valorados son dos: una conexión clara entre la estrategia corporativa y los indicadores utilizados para medir el desempeño de los empleados (41%), y un proceso de toma de decisiones diseñado de forma que las cosas se decidan lo más abajo posible dentro de la organización (39%).

Entre los factores actitudinales destacan tres: altos niveles de sensibilidad y respuesta ante las necesidades del cliente (57%), ejecutivos que ejerzan un rol motivador y transmitan un sentido claro de la dirección (48%), y empleados con el poder necesario para abandonar aquellas actividades que no apoyen objetivos estratégicos (44%).

La anterior distinción entre factores organizativos y actitudinales también la emplean los autores del estudio para clasificar los obstáculos que restan agilidad y rapidez a las empresas.

Así, en el plano organizativo, uno de cada dos encuestados opina que los principales obstáculos tienen que ver con la centralización y complicación excesiva de los procesos de toma de decisiones. Otras respuestas se refieren a una pobre coordinación y control de las diferentes iniciativas que se llevan a cabo en la empresa, una mala comunicación de objetivos, y a barreras de diferente naturaleza que dificultan el flujo de información dentro de la organización.

Por su parte, en el plano actitudinal destacan la falta de un sentido del propósito, compromiso o motivación, la tendencia a que todas las decisiones se tomen en los niveles más altos de la organización y los politiqueos, tan abundantes en muchas organizaciones, que consumen el tiempo y la energía de los empleados.

En cualquier caso da mucho que pensar que los encuestados consideren que estar a la última en tecnología no influye especialmente en la agilidad y rapidez de una organización y que, en cambio, las variables que señalan tengan que ver, sobre todo, con la forma en que se gestionan las personas que trabajan en ella.

Imagen Sangudo bajo licencia Creative Commons