En una interesante charla TED, Rainer Strack, un reconocido experto en RR.HH. del Boston Consulting Group, comparte sus previsiones acerca de como evolucionará el mercado de trabajo mundial de aquí a 2030 y dibuja un futuro inquietante, caracterizado por un creciente desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo.
Por lo que respecta a la oferta de trabajo, en muchos países, incluido el nuestro, la baja natalidad está provocando el envejecimiento de su población de tal modo que sus pirámides demográficas hace tiempo que dejaron de tener forma de pirámide.
Esta realidad se trasladará de forma abrupta al mercado laboral cuando la generación del baby boom llegue en masa a su edad de jubilación de aquí a quince años. En ese momento la población activa se reducirá dramáticamente al tiempo que se incrementarán las tasas de dependencia. A no ser, claro está, que de aquí a entonces se intensifique la incorporación de la mujer al mundo laboral, se retrase todavía más la edad de jubilación y, sobre todo, se incremente de manera significativa el número de inmigrantes que llegan a esos países.
En concreto, y por lo que respecta a España, el Instituto Nacional de Estadística prevé que en nuestro país la tasa de dependencia, actualmente en torno al 50%, rozará el 60% en 2022 y llegará a ser de un 100% en 2052, lo que significa que ese año por cada persona en edad de trabajar habrá otra que no lo esté. Una tendencia que puede acelerarse de mantenerse las altas tasas de emigración entre los jóvenes y continuar el retorno de trabajadores extranjeros a sus países de origen.
¿Y qué pasará con la demanda de trabajo? Pues según las previsiones del BCG en 2030 las economías del mundo desarrollado necesitarán más trabajadores de los que hacen falta hoy. Debido al crecimiento económico y a la aparición de nuevas actividades profesionales, pero también porque una población envejecida requiere, y probablemente continuará requiriendo, servicios muy intensivos en personal. Tres factores que aparentemente compensarán la destrucción de empleo resultado de la automatización de muchos otros trabajos.
En consecuencia, todo apunta a que dentro de quince años en la mayoría de los países desarrollados van a faltar trabajadores. Incluso en España, por mucho que cueste creerlo en un país que actualmente sufre una de las mayores tasas de desempleo del mundo. A pesar de que en 2020 en nuestro país seguirá habiendo un excedente de trabajadores (en concreto un 17% según los números del BCG), en 2030 entraremos en números rojos. Sin embargo, con un déficit del 3% la situación no será tan dramática como en otros países, como Corea, Brasil, Rusia o Alemania, que para esas fechas ya tendrán déficits de trabajadores superiores al 20%.
En cualquier caso, el problema añadido es que este desequilibrio entre oferta y demanda no es solo cuestión de si, en su conjunto, en un país hay más o menos personas en edad de trabajar de las que se necesitan sino que, sobre todo, tiene que ver con el creciente desajuste, en calidad y cantidad, entre las capacidades que demanda el mercado y las que poseen las personas en activo en ese país.
Vivimos en un contexto de desarrollo tecnológico acelerado donde cada día aparecen nuevas profesiones mientras otras se quedan obsoletas. Lo mismo sucede con los procesos, las herramientas y los modelos de negocio. Sin embargo, a las personas les cuesta adaptarse a estos cambios y no todo el mundo es capaz de reciclarse al ritmo que demanda el mercado.
En paralelo, nos encontramos con que el mercado de trabajo se polariza entre trabajos «calientes» donde la demanda supera con creces a la oferta, por estar relacionados con tecnologías emergentes o tratarse de trabajos donde contar con los mejores colaboradores marca una especial diferencia, y otros donde el exceso de oferta provoca que sus retribuciones permanezcan estancadas o incluso vayan a la baja.
Por tanto, nos podemos encontrar con la paradoja de que en un país haya menos trabajadores de los que hacen falta y que, al mismo tiempo, haya muchas personas que no pueden acceder a un empleo, o que se ven relegadas a trabajos de segundo orden mal retribuidos, por no poseer las capacidades adecuadas.
Y este es en mi opinión el mayor desafío. Es cierto que, como dice Strack, para enfrentarse con éxito a ese escenario que parece se nos viene encima las ciudades y los países necesitarán orquestar estrategias para atraer a su territorio a los mejores profesionales del planeta, adaptar sus sistemas educativos a la realidad del mundo actual, y frenar las fugas de cerebros que tan perjudiciales pueden ser a largo plazo.
No obstante, la gran cuestión, donde nos jugamos el futuro de nuestra sociedad, es qué hacer con las numerosas personas que en este proceso de cambio se están quedando fuera de juego por no ser capaces de adaptarse a las nuevas formas de hacer las cosas ni de adquirir los nuevos conocimientos y habilidades que requiere y requerirá el mercado.
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